La transescalaridad de la militarización global: La ciudad de Yibuti y el desarrollo espacial colonial-capitalista

Milhaud, 2023

Reflexionar sobre la espacialización de los procesos sociales contemporáneos no es para nada un ejercicio ocioso. Pensar la producción de la escala y las tendencias militaristas tampoco lo es. Más bien, abordarles es comprender que se está frente a un mundo de producción compleja, pero en cuya raíz se perpetúan formas de control y vigilancia al más puro estilo punitivo y carcelario. Este breve escrito busca dar algunas pinceladas sobre la política de la escala y de la militarización en tanto que ambas se imbrican para producir un régimen geopolítico/biopolítico totalizante (Herrera, 2021).

            En ese sentido, es pertinente partir de una postura teórico-política vinculada con la producción del espacio social lefebvriano, aunque esta vez más cercana a los niveles de interacción socio-espacial diferenciados, es decir, las escalas. Bajo esta premisa, el espacio se integra a partir de una relación dialéctica en el que la sociabilidad configura un espacio de realización, mientras que este mismo va delimitando las formas adoptadas por las relaciones sociales existentes.

            En este arreglo, el sistema de producción dominante, es decir, capitalista, funge un papel nodal al apropiarse y guiar buena parte de las relaciones sociales. Esta reflexión, en términos de una burda simplificación, lleva al capitalismo a pensar la producción del espacio como una condición necesaria para su reproducción. En palabras de Lefebvre, el capitalismo no sobrevive si no es a partir de la producción activa de una espacialidad a fin (Lefebvre, 2013).

Brenner asegura, de manera acertada, que se habita un mundo en cuya experiencia se encubren procesos socio-territoriales como la urbanización, regionalización y globalización en favor de conceptos que se configuran como representaciones estáticas, e.g. urbano, regional, global, que denotan más bien “islas” que se encuentran supuestamente separadas de las relaciones sociales (Saracho, 2020, p. 72). En el encubrimiento de los procesos de producción espacial, entonces, no sólo se deja de lado el carácter socio-político de su configuración, sino que se dejan de lado las imbricaciones mutuas de todos los niveles espaciales. Esta última afirmación es la que contiene a la transescalaridad como apuesta teórico-metodológica.

La denuncia de Brenner, en realidad, no sólo abre una propuesta novedosa per se, sino que conduce a un capítulo de la propia forma productiva espacial del capital: la fragmentación y su normalización. Esta parcelación, o pulverización, parte del mismo carácter apropiador del capital en forma de privatización, pero también de la intervención científica y del despliegue en forma de disputa por los sujetos que actúan con el espacio y sobre él, es decir, los Estados nacionales, las transnacionales, comunidades, etc. (Herrera, 2019, p. 46).

            El orden fragmentario, instrumentalizador y productor de desigualdades, conduce a pensar a la escala como una tecnología del ordenamiento espacial, como una formación que juega una suerte de eje tanto igualador espacio-temporal de las diferencias y como productor de las mismas. En este orden, los sujetos se convierten en objetivos cuya vida queda vinculada con la asignación funcional al complejo sistema de relaciones desigualmente diseñado.

De esta manera, el control efectivo de los flujos de capital y de personas es imposible sin la implantación de expresiones de gubernamentalidad en las que la escala misma juega un papel importante, así como la militarización. La afirmación de la militarización, desde esta perspectiva, no se logra sino es a partir de la aceptación de la escala y de su producción activa.

El ensamble histórico particular en el Cuerno de África lleva a pensar la militarización y a la producción escalar en término sinérgicos en donde “los lugares de producción, transporte, las comunicaciones y las cadenas logísticas globales, así como las zonas residenciales, recreativas y comerciales […] [se encuentran cada vez más] protegidas por el aparato militar global” (Robinson, 2021, p. 265).

            Dentro de esta conjunción de complejas redes de relaciones, un espacio de extensiones geográficas reducidas se proyecta como un lugar excepcional en tanto a la explicación del funcionamiento de los procesos de producción escalar y de militarización actuales. Yibuti, un pequeño país del Cuerno de África, se convierte en una escala de reproducción de la militarización global.

En este proceso de trastocamiento, el orden de la competencia colonial-imperial entre Gran Bretaña y Francia fue fundamental para la instauración de representaciones socio-espaciales dedicadas a la producción fragmentaria del espacio en su forma escalar. Durante el siglo XIX, la rivalidad entre británicos y franceses quedó de manifiesto en la actividad de los primeros sobre Egipto y la eventual apertura del Canal de Suez en 1869. Francia, por otra parte, estableció un depósito de carbón en Obock, un área cercana al canal y que en la actualidad es parte de la jurisdicción nacional de Yibuti (CountryWatch Incorporated, 2022).

Esta competencia pasa por la instauración de un régimen geopolítica/biopolítico particular ya enunciado arriba. Primero, y todo al mismo tiempo, produciendo el vaciamiento de una territorialidad, es decir, el continente africano, en tanto espacio de intervención y de disputa por parte de fuerzas coloniales de cara a su mantenimiento en la economía mundo-capitalista.

Después, en la instauración de centralizaciones en forma de flujos y sus respectivas relaciones de poder vinculadas con el paradigma securitario tradicional. Esto se deja ver en la producción de la ciudad de Yibuti como escala de administración a finales del siglo XIX, cuando la colonia francesa decide mudar la capital de los territorios conquistados de Obock a Yibuti en tanto este lugar había sido conformado como un puerto de fácil acceso hacia las regiones etíopes y como un importante lugar de tránsito y confluencia de caravanas comerciales (CountryWatch Incorporated, 2022, p. 8).

La condensación entre la pulsión política y la pulsión económica (Saracho, 2020, p. 20), implícita en este proceso, es decir, entre la necesidad de generar órdenes funcionales al control de los factores de producción en el lugar y la priorización de la libertad de los flujos para aumentar la circulación y, con ella, la acumulación, se dejó ver con la construcción infraestructural de la vía férrea franco-etíope, iniciada en 1897 (CountryWatch Incorporated, 2022, p. 8).

Esta intervención planteó, en lo sucesivo, la instauración de diferencias socio-étnicas que sostuvieron el régimen colonial en la zona, es decir, de la configuración de un régimen geopolítico/biopolítico vinculado con la competencia intercapitalista y colonial en favor de la extracción y la acumulación de valor. La materialización de estas diferencias fue en tanto la concreción de un muro al más puro estilo berlinés, así como en la diferenciación entre Issas y Afar, en cuya mediación estuvo presente la categoría socio-administrativa del  citoyen français (Bezabeh, 2011, p. 593).

Aún con la presencia colonial directa, sobre todo francesa, el proceso de militarización en Yibuti cobró mayor atención a partir del siglo XXI, en el contexto del imperativo de seguridad impulsado por el 9/11. Sin embargo, su apogeo y mediatización mayor se dio con el ascenso del número de elementos castrenses de múltiples nacionalidades en el territorio africano.

Yibuti en la actualidad tiene tropas estacionadas de diferentes nacionalidades en su territorio,  buena parte de las cuales se ubican en las zonas cercanas a la costa de la ciudad capital, convirtiéndose en una área profundamente militarizada. Por dar un ejemplo, el 5to. Regimiento de Ultramar de origen francés se encuentra estacionado en la ciudad con aproximadamente 2 mil tropas, cuyas misiones, hay que decir, son diversas pero que sirven al mantenimiento de la Operación Atalanta, creada para el entrenamiento y despliegue de fuerzas contra la piratería y acciones terroristas (Downs, Becker y de Gategno, 2017, p. 28).

Por si fuera poco, los EE.UU. tienen en Yibuti a su única base permanente en África. Camp Lemonnier, como se le conoce, alberga una rama de los servicios marítimos del ejército estadounidense, siendo el lugar con el mayor número de tropas militares del país norteamericano en el continente con más de 4 mil elementos (Downs, Becker y de Gategno, 2017, p. 28).

De manera reciente, la presencia militar en Yibuti se incrementó con la llegada de la República Popular China, como parte de su proyecto infraestructural de la Nueva Ruta de la Seda, a las costas del Golfo de Adén. Esta presencia se hizo constar en el año 2017 cuando se inauguró la primera base permanente del “gigante asiático” en territorio extranjero, en un zona históricamente poco vinculada con su influencia político-económica y sociocultural (Cabestan, 2019).

Además de la huella militar de estas potencias, en Yibuti confluyen elementos de España, Italia y Alemania, así como de Japón. Esta última nación es quien más tropas tiene al estacionar cerca de seiscientos soldados, mientras que los tres países de Europa occidental apenas llegan a estacionar más de trescientos (Down, Becker y De Gategno, 2017, p. 28).

Con esta manifestación concreta de la militarización global actual, queda por asegurar que Yibuti funciona como un pivote, no bajo los parámetros de la geopolítica clásica imperialista, sino como un lugar que hace una suerte de plataforma para la continuación de la totalidad del espacio militarizado, es decir, un espacio estratégico. Una lectura que piensa en clave estratégica desde la reproducción social y de la instauración de un orden de representación geopolítico/biopolítico que perpetúa la valorización del valor a través del despojo, el control y la vigilancia de los sujetos.

            Las reflexiones se alzan en favor de cuestionar a la escala y dotarle de un carácter procesual vinculado con la generación de regímenes geopolíticos/biopolíticos. Aún con estos breves esbozos sobre la escala, quedan de manifiesto otros temas pendientes. Ejemplo de ello, es la forma en que la escala corporal, especialmente en Yibuti, se transforma en un objeto de regulación y control.

Desontologizar la escala y dotarle de procesualidad es también romper con su fragmentación y jerarquización. Estos fragmentos y jerarquías son los mismos que deben romperse en el análisis sobre la militarización. Los valores, ideas y prácticas militaristas se reproducen y sostienen a lo largo de la producción escalar del mundo. En ella, la corporalidad y lo global son espacios por donde transita y se consolida. 

Fuentes de consulta

Bezabeh, S. A. (2011). Citizenship and the Logic of Sovereignty in Djibouti. African Affairs, 110(441), 587-606. Oxford University Press.

Brenner, N. (2003). La formación de la ciudad global y el re-escalamiento del espacio del Estado en la Europa Occidental post-fordista. Revista Eure, (86), 5-35.

Cabestan, J.-P. (2019). China’s Military Base in Djibouti: A Microcosm of China’s Growing Competition with the United States and New Bipolarity. Journal of Contemporary China, 1-17.

CountryWatch Incorporated. (2022). Djibouti Country Review. Estados Unidos: CountryWatch.

Downs, E., Becker, J., & de Gategno, P. (2017). China’s Military Support Facility in Djibouti: The Economic and Security Dimensions of China’s First Overseas Base. EE. UU: CNA.

Gandarilla S., J. G. (2012). Globalización: complejos militares, empresariales y estados nación. En Conceptos y Fenómenos fundamentales de nuestro tiempo (pp. 1-14). México: IIS-UNAM.

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Herrera Santana, D. (2019). Geopolítica de la fragmentación y poder infraestructural. El Proyecto One Belt, One Road y América Latina. Geopolitica(s), 10(1), 41-68.

Herrera Santana, D. (2017). Seguridad tradicional, riesgos globales y militarización del espacio en el siglo XXI. En E. Hernández-Vela (Ed.) y S. K. Zavaleta Hernández (Coord.), Política Internacional. Temas de análisis 5 (pp. 25-42). México: FCPyS-UNAM/Ediciones del Lirio.

Lefebvre, H. (2013). La producción del espacio. Madrid: Capitán Swing.

Robinson, W. (2021). La militarización como control social y como acumulación. En El capitalismo global y la crisis de la humanidad (p. 265). México: Siglo XXI Editores.

Saracho López, F. J. (2020). La producción de las escalas. Una propuesta teórico-metodológica desde la Geopolítica negativa. En D. Herrera Santana (Coord.), Geopolítica. Espacio, poder y resistencias en el siglo XXI (pp. 65-82). México: Trama/FFyL-UNAM.

Swyngedouw, E. (2004). Globalisation or ‘glocalisation’? Networks, territories and rescaling. Cambridge Review of International Affairs, 17(1), 25-48.