La militarización como herramienta de “reapropiación”: Taiwán, un caso del pasado actual

Karla María García López
Foto: Oficina del Presidente de Rusia

Desde que Taiwán dejó de ser colonia holandesa y comenzó a ser administrada por la dinastía Qing (1883-1895), un importante número de migrantes –cuyos descendientes conforman la mayor parte de la población actual– llegaron a Taiwán desde China, escapando principalmente de la agitación política o la penuria. Esto continuó así hasta 1895, tras la victoria de Japón en la primera guerra sino-japonesa, cuando el gobierno de China tuvo que ceder Taiwán al “vencedor”.[1]

El rendimiento de Japón en la Segunda Guerra Mundial lo obligó a renunciar al control de todos los territorios que había ocupado en China, entre ellos Taiwán, y así fue como nuevamente la República de China empezó a gobernar el territorio, con el consentimiento de los Estados Unidos y Reino Unido, hasta que el gobierno de Chiang Kai-shek fue derrotado durante la guerra civil por Mao Zedong. Lo que quedaba del gobierno de Chiang se refugió en la isla de Taiwán (1949) proclamando la República de China en ese territorio y argumentando que seguía siendo el gobierno legítimo.

Al grupo que acompañó a Chiang, los chinos continentales, dominaron la política taiwanesa durante años. Cuando el hijo de Chiang heredó la dictadura, se permitió un proceso de democratización en la isla.[2]Aquí comenzó la idea de una nación independiente y soberana.

Fue hasta los 80´s cuando China y Taiwán comenzaron a estrechar lazos. China abogó por la conocida política “un país, dos sistemas” donde se reconocía la autonomía de Taiwán, si aceptaba la reunificación con China[3], pero Taiwán busca, hasta el día de hoy, su reconocimiento como Estado soberano frente al escenario internacional, viéndose limitado por un poderoso militarismo en la región.

El caso más actual son los simulacros (con duración de 72 horas, pretendiendo un bloqueo)[4] que China hace constantemente cerca de Taiwán, resaltando cómo Pekín mantiene una presión militar sobre la isla, e incluso normalizando esto para la imposición de un lento estrangulamiento hacia la isla y la restricción de gran parte del acceso a su espacio aéreo y marítimo.

Frente a este escenario,  al pasar de “simulacros”(que son más una demostración de la fuerza militar que tiene China hoy en día para seguir conteniendo a Taiwán bajo sus políticas), a una cuestión real (en el sentido técnico) se comenzaría una guerra -de carácter asimétrico-, es decir, un conflicto en el que una de las dos partes tiene una fuerza militar superior a la de su rival. Un ejemplo de este tipo de guerra es el actual conflicto entre Rusia y Ucrania.

Al pensar que China cuenta con 1400 millones de habitantes, frente a los 24.5 millones de Taiwán, es más que evidente que China cuenta con un armamento superior en tropas, equipos y armamento. Si se llegase a presentar un conflicto militar entre estas dos regiones, Taiwán podría implementar una “estrategia puercoespín”, al disponer algunas medidas inmediatas para impedir que China entre más allá de sus costas.[5]

La estrategia plantea dos medidas ante la constante tensión entre ambas regiones, que ha hecho que la defensa de Taiwán esté preparada para cualquier conflicto militar con China. En primer instancia, se pretende continuar con un despliegue de fuerzas navales, con el objetivo de comenzar una guerrilla en el mar y alargar la llegada de las fuerzas Chinas a Taiwán (con la posible ayuda de Estados Unidos, en relación con la” nueva guerra fría” que se da entre China y este país). En segundo lugar se busca el uso de armas móviles, versátiles y fáciles de ocultar, tal y como se muestra en Ucrania con los sistemas portátiles de misiles, que le han dado problemas a los aviones y tanques rusos. [6]

¿Qué sentido tienen estos simulacros si se supone que se reconoce una unificación entre China y Taiwán? ¿Cuál es el fin de estar bajo este sistema si China reconoce que Taiwán tiene un sistema independiente? ¿cómo respondería Estados Unidos frente a este conflicto?

Los simulacros tienen el principal objetivo de demostrar su capacidad militar, a causa de algunas protestas como “los chalecos amarillos” que hacen hincapié en las políticas ilegales de recaudación de impuestos en Taiwán y la brecha que existe entre los salarios de Hong Kong y China.

Y es que en el caso de Taiwán, en la actualidad, se pueden observar diversas medidas de represión y contención de parte de China, justificado con la visión de orden al interior, y, en consecuencia, una eficaz política exterior. Taiwán a lo largo de su historia ha estado bajo el autoritarismo chino por medio de algunas medidas militares y de dependencia económica, de tal manera que vale la pena preguntarse ¿hasta dónde está dispuesto a resistir Taiwán las medidas de represión chinas? y ¿qué medidas militares puede implementar si es un país con menor armamento?


[1] Instituto Galego de Análisis y Documentación Internacional, ¿Militarismo chino?, [en línea], IGADI, 12 de marzo de 2014, Dirección URL: https://www.igadi.gal/web/analiseopinion/militarismo-chino, [consulta: 28 de septiembre de 2022].

[2] Ibidem.

[3] BBC News World, When and how China lost Taiwan (and the current status of a “rebel isle”), [en línea], BBC News, 2 de enero 2019, dirección URL: https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-46736621, [consulta: 28 de septiembre de 2022].

[4] Sylvia Sánchez, Un país dos sistemas. Claves de la evolución de la política  de Hong Kong, Madrid, Universidad Francisco de Vitoria, Estudios Internacionales, 2018, pp.56-59.

[5] Redacción Barcelona, El chaleco Amarillo inspira, [en línea], de Líbano a Taiwán o Burkina Faso, las protestas francesas han despertado movimientos contestatarios en todo el mundo, La Vanguardia, 28 de diciembre 2018, dirección URL: https://www.lavanguardia.com/internacional/20181228/453786206451/chalecos-amarillos-protestas-paises-revueltas.html, [consulta: 28 de septiembre de 2022].

[6] BBC News World, op.cit


Referencias:

  • Instituto Galego de Análisis y Documentación Internacional, ¿Militarismo chino?, [en línea], IGADI, 12 de marzo de 2014, Dirección URL: https://www.igadi.gal/web/analiseopinion/militarismo-chino, [consulta: 28 de septiembre de 2022].
  • BBC News World, When and how China lost Taiwan (and the current status of a “rebel isle”), [en línea], BBC News, 2 de enero 2019, dirección URL: https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-46736621, [consulta: 28 de septiembre de 2022].
  • Sánchez, Sylvia; Un país dos sistemas. Claves de la evolución de la política  de Hong Kong, Madrid, Universidad Francisco de Vitoria, Estudios Internacionales, 2018, pp.56-59.
  • Redacción Barcelona, El chaleco Amarillo inspira, [en línea], de Líbano a Taiwán o Burkina Faso, las protestas francesas han despertado movimientos contestatarios en todo el mundo, La Vanguardia, 28 de diciembre 2018, dirección URL: https://www.lavanguardia.com/internacional/20181228/453786206451/chalecos-amarillos-protestas-paises-revueltas.html, [consulta: 28 de septiembre de 2022].

La reconceptualización de la guerra: el uso de nuevas tecnologías como parte de la militarización en el siglo XXI

Andrea Calva Torres
Foto: The Defense Post, 2020.

Desde finales del siglo XX el mundo se ha visto envuelto en una fase de desarrollo tecnológico en el que, gracias al tratamiento de la información, los sistemas espaciales y las armas inteligentes, se ha generado un nuevo sistema conceptual que permite a las nuevas tecnologías modificar el enfoque de las operaciones militares y, por lo tanto, la manera de hacer la guerra. Así, los nuevos conceptos operativos militares y la aplicación de estas tecnologías en el sector de defensa de los Estados han implicado una revalorización de la superioridad tecnológica como uno de los factores determinantes para el desenlace de los conflictos armados.

En este nuevo escenario, el contexto geopolítico y las innovaciones tecnológicas permiten a las sociedades digitales contemplar un escenario en el que la guerra se vislumbra como un marco de integración para novedosas capacidades militares. De esta manera, se deja atrás la conceptualización de tecnologías militares, como productos correspondientes a una especificación militar o “productos que son de uso exclusivo por tropas combatientes” (Gutiérrez, 1995) y se genera un acelerado cambio para los planificadores militares. Asimismo, se crean nuevos dominios, como el cibernético, el espectro electromagnético y el espacio exterior, para formar lo que se ha denominado como “multi-dominio”(Fojón, 2019, p.2).

Históricamente se reconoce que las tecnologías disruptivas surgieron y se integraron exitosamente dentro de los conceptos operativos para mejorar la superioridad militar de los Estados. La revolución en los asuntos militares (Military Affairs Revolution) se refiere entonces, tal como lo menciona Fojón (2019), a una “nueva forma de hacer la guerra para aprovechar la emergencia de las tecnologías disruptivas que dejan obsoletas las doctrinas y modos de empleo de las capacidades militares” (p.3). A partir de entonces se modifican de igual manera los modos de empleo e integración de capacidades para concebir y estructurar un nuevo marco de adecuación de sistemas.

Por ello, a pesar de que la superioridad tecnológica no es una novedad, a partir de la post-Guerra Fría es importante resaltar la renovación de los conceptos operativos que se han adecuado para hacer frente a la “revolución tecnológica”. De esta forma, la aparición de términos Network Centric Warfare (NCW) en Estados Unidos, Network Enabled Capability en Reino Unido, o simplemente Netware, se desarrollan para explicar “la conducta humana y organizativa para crear una conciencia de la situación compartida por fuerzas dispersas geográficamente para cumplir una misión [militar]” (Ministerio de Defensa, 2009; Arquilla y Rondfelt, 1996).

Es entonces que las estrategias de seguridad de los Estados combinan la información producida por las tecnologías -como inteligencia artificial- para agilizar la toma de decisiones, mejorar la sincronización y la supervivencia de sus fuerzas en el campo de batalla. Provocando una nueva relación entre la concentración y dispersión y entre potencia y movilidad; es decir, cambia la movilidad de las unidades militares, el alcance de las fuerzas aéreas, así como el alcance, potencia y precisión de las armas (De Salazar, 2014, p.18).

Por tal razón, algunos autores han utilizado dicha conceptualización para reforzar y crear nuevo conocimiento y reflexiones a cerca de la guerra híbrida, en las que ésta se considera como una mezcla íntima de acciones convencionales y especiales para alinear diversos niveles de la guerra -táctico, operacional y estratégico- (Quiñores, 2020). Sin embargo, la globalización y acceso a las tecnologías avanzadas hace que se distinga por “el empleo de armamento y material tecnológicamente avanzado procedente tanto de los arsenales militares de un país […] como obtenido en el mercado civil (Colom, 2018).

En el caso de Estados Unidos, la integración de las tecnologías en complejos sistemas con aplicaciones civiles y militares se ha extendido gradualmente mediante una dinámica ofensiva-defensiva para lograr un desequilibrio frente a terceros a través de un sistema de mayor potencia letal y mecanismos avanzados de protección. Como consecuencia, en años recientes se han institucionalizado conceptos referentes a la guerra híbrida o web chain, por su incidencia en el ámbito militar. Por su parte, el Departamento de Seguridad estadounidense reconoce en la US National Security Strategy (NSS) desde 2017 la necesidad de “desarrollar nuevos conceptos operativos y capacidades para obtener la victoria mediante la ventaja en los dominios aéreo, marítimo, terrestre, espacio exterior y ciberespacio” (White House, 2017).

En conclusión, esta modalidad estratégica promueve la competitividad a largo plazo entre las grandes potencias, pues preserva la superioridad militar mediante la adquisición e integración de nuevos sistemas de armas de tecnología avanzada. Debido a su importancia en aspectos de mando, control, comunicaciones, computadores, inteligencia, vigilancia y reconocimiento, etc. en aplicaciones militares demuestra la evolución de los sistemas de armas. Por ello, la reconceptualización de estas nuevas tecnologías para uso militar es un tema de suma importancia para explicar el carácter cambiante de la guerra y reducir las “zonas grises” respecto a la innovación e integración de las mismas en el diseño de estrategias de seguridad para los Estados. 

Es claro que el poder militar debe adaptarse a la acelerada evolución del desarrollo tecnológico, teniendo en cuenta la importancia de un marco regulatorio que le permita tener el control sobre sus efectos y aplicaciones de ataque contra determinados adversarios. De igual manera, el impacto de nuevas herramientas tecnológicas dentro de los esquemas de seguridad para los Estados deberá reflejarse en conceptos operativos que no permitan entender los sistemas de defensa y afrontar las nuevas tácticas para hacer la guerra en una Era Informática, caracterizada por el multi-dominio.


Referencias

Arquilla J. y Rondfelt D. (1996).The Advent of Netwar, RAND Corporation, 18-26.

Colom, P. (2018). Guerras híbridas. Cuando el contexto lo es todo, Revista Ejército, 927. 38-43, https://www.ugr.es/~gesi/Guerras-hibridas.pdf

De Salazar, G. (2014). Cuadernos de estrategia, ISSN 1697-6924, 69, 9-38. https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?código=4884447

Gutierréz, L. (1995). Cuadernos de estrategia, Issn 1697-6924, 75, 83-114. https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?código=2779486

Fojón, E. (2019, Julio). Desarrollos tecnológicos militares frente a nuevos conceptos operativos, Real Instituto Elcano, 86 (51), 1-7.

Ministerio de Defensa, (2009). Network Centric Warfare, Network Enabled Capability, https://publicaciones.defensa.gob.es/network-centric-warfare-network-enabled-capability-4448.html

Quiñores, F. (2020). Una revisión del cocepto <<guerra híbrida/actor híbrido>>, Documentos de Opinión, 157, https://www.ieee.es/Galerias/fichero/docs_opinion/2020/DIEEEO153_2020FRAQUI_guerrahibrida.pdf

White House, (2017). US National Security Strategy, https://trumpwhitehouse.archives.gov/wp-content/uploads/2017/12/NSS-Final-12-18-2017-0905.pdf

Rusia: la seguridad militarista por antonomasia

Ernesto Arturo Vallejo Toledo
Imagen del autor. En las murallas del Kremlin, símbolo del poder político de Rusia.

Desde su surgimiento en Europa del Este, la nación rusa ha estado constantemente amenazada por las condiciones climáticas –que la empujan a buscar tierras más fértiles–, por sus belicosos vecinos –los mongoles llegaron a someter al Rus de Kiev– y por la geografía –la vulnerable Llanura Nordeuropea. En consecuencia, el Estado ruso que se desarrolló alrededor de Moscú nació con un profundo sentido de vulnerabilidad que lo llevó a hacer de su supervivencia una máxima en su política.

Lo anterior llevó a los zares a buscar barreras naturales que dieran profundidad defensiva a Moscú: el Mar Báltico, el Mar Negro, el Océano Ártico, los Urales. Catalina la Grande conquistó la Península de Crimea y Pedro el Grande soñó con una salida al Océano Índico, donde las botas rusas pudieran mojarse en aguas cálidas. Por lo tanto, en la concepción de seguridad tradicional de Rusia las amenazas a la seguridad del Estado eran principalmente externas y la manera de enfrentarlas era la fuerza militar.

El enfoque extremo de Moscú hacia una seguridad militarista y estatocéntrica fue una de las razones del escaso desarrollo interno, una sociedad civil débil y difíciles condiciones de vida que imperaban en Rusia en tiempos de la Revolución de Octubre. La falta de sentido del pueblo ruso –recogida en sus distintas obras de literatura– requirieron la articulación de una idea rusa (русская идея), un término filosófico que buscaba expresar la singularidad de Rusia como una civilización ni occidental ni oriental y que, por lo tanto, estaba llamada a ser el faro de los pueblos eslavos y la cristiandad. Era una idea de corte imperialista, pero que permitía cohesionar a una población heterogénea y a una sociedad profundamente desigual.[1] Así, el pueblo ruso podía contentarse con el sentimiento de singularidad a pesar de sus deplorables condiciones de vida.

Dicha idea rusa profundizó aún más la prioridad de la seguridad –expresada principalmente hacia el exterior– en detrimento del desarrollo interno. Fue esta concepción lo que llevó al zar Nicolás II Romanov a involucrarse en la Gran Guerra cuando gran parte del Ejército Ruso no tenía siquiera armas con las cuales luchar. Es necesario recalcar que la sensación de vulnerabilidad –y el consecuente temor– que experimenta Rusia desde su surgimiento está justificado por la historia. En menos de 200 años marcharon por la Llanura Nordeuropea la Grande Armée de Napoleón, el Ejército Blanco y la Wermacht, poniendo en peligro la supervivencia del Estado ruso.

La Gran Guerra Patria (Великая Отечественная война) –nombre en la historiografía ruso-soviética de la Segunda Guerra Mundial– fue un evento cataclísmico para la Unión Soviética y, especialmente, para los pueblos eslavos del Frente Oriental. No sólo el Estado se encontró amenazado, sino la supervivencia de la misma nación pendió sobre un hilo. La guerra, por lo tanto, cimentó la prioridad de la seguridad nacional en su acepción militarista sobre cualquier tema de desarrollo. La principal prioridad de la Unión Soviética fue asegurar su mantenimiento frente a las amenazas externas. Para ello, recurrió al poderío militar del Ejército Rojo –sin paragón en cuanto a poder terrestre se refería– y después al Pacto de Varsovia aunado a la posesión de armas nucleares.

Lo anterior no debe leerse como una condena positivista de la falta de desarrollo del pueblo ruso; hubo momentos importantes de bienestar, bajo Catalina la Grande e incluso con las políticas sociales de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). No obstante, el Estado dirigido desde Moscú –sea zarista, soviético o ruso– ha privilegiado siempre la seguridad en su conceptualización clásica y ha dejado de lado temas de desarrollo. Este divorcio entre lo externo y lo interno ha requerido la articulación de la idea rusa, a fin de mantener la cohesión social en un ambiente donde las élites han marcado el rumbo del Estado con poca atención a las necesidades de la población.

Todas las sociedades requieren la articulación de mitos para cooperar en gran escala según lo explica Yuval Noah Harari.[2] En el caso de Rusia, no obstante, la necesidad de sentido es especialmente fuerte dado la heterogeneidad étnica, social y económica de la población rusa. Este sentido ha sido otorgado por una serie de actores –dentro de los que destacan los escritores como guías[3]– y condensado en la idea filosófica de la русская идея que tuvo vigencia hasta la Revolución de Octubre y el ascenso del régimen socialista.

Durante la era soviética las ideas del marxismo-leninismo, el culto a Vladimir Ilich Lenin y a Stalin, la victoria contra la Alemania Nazi y un nuevo sentimiento de singularidad por la existencia de la URSS cohesionaron a una población sumamente heterogénea en todos los sentidos. Con la implosión de la Unión Soviética, Rusia atravesó una crisis de identidad que se saldó con el ascenso de Vladimir Putin, el culto a la victoria en la Gran Guerra Patria[4] y la articulación de una nueva idea rusa que postula el sentido de la nación rusa como gran potencia.

A través de una breve revisión histórica es posible dilucidar que las amenazas que enfrentó el proto-Estado ruso desde su formación llevó a un fuerte sentimiento de vulnerabilidad y a la priorización de la seguridad sobre el desarrollo. Esta tendencia se mantuvo desde la Rusia zarista, pasando por la Unión Soviética hasta la actual Federación Rusa. Es importante matizar que Rusia no es el único Estado que adolece de un énfasis excesivo en la concepción tradicional de seguridad –ni el fenómeno de las élites velando por sus intereses es exclusivamente ruso–, pero sí se trata de un útil caso de estudio al encarnar la seguridad militarista por antonomasia.


[1] En este sentido es parecida a la institución esclavista en Estados Unidos: al unir la esclavitud con una serie de características étnicas los blancos explotados por las élites podían contentarse de no ser el último eslabón de la jerarquía social.

[2] Yuval Noah Harari, Sapiens: de animales a dioses, México, Debate, 2014. 496 pp. 

[3] Pushkin (Александр Сергеевич Пушкин) es el más famoso de todos ellos y uno de los garantes de sentido en la percepción social rusa.

[4] El culto a la victoria se ve expresado por la cantidad de monumentos y recordatorios que permean las ciudades rusas. La Gran Guerra Patria es un evento que afectó a toda la sociedad en su conjunto y como tal, es recordada por todos los estratos. Hasta hoy, el Regimiento Inmortal (los familiares de los caídos en la guerra con las fotografías de sus seres queridos) sigue marchando cada Día de la Victoria.


Referencias

Mercedes Giuffré; Catalina la Grande, RBA Editores, Ciudad de México, 2021, 165 pp.

Odd Arne Westad; The Cold War: A World History. Basic Books, Estados Unidos, 2017, 710 pp.

Tim Marshall; Prisioners of Geography: Ten maps that explain everything about the world. Scriber, Nueva York, 2015, 305 pp.

Yuval Noah Harari, Sapiens: de animales a dioses, México, Debate, 2014. 496 pp. 

La militarización de Cisjordania a partir de los Acuerdos de Oslo

Mariana Sofía García Espíndola
Imagen: Sivan Halévy

El conflicto palestino-israelí sigue latente y en desarrollo. Los intentos por establecer un Estado sionista, materializados desde 1917 con la Declaración de Balfour y el Plan de Partición de las Organización de las Naciones Unidas de 1947, negaron la identidad y el territorio palestino. Desde 1948, a partir de la creación del Estado de Israel, Palestina no ha conocido un decrecimiento de la ocupación militar que permea en la vida de sus millones de habitantes que resisten con rebeldía y dignidad ante la profundización de las desigualdades y violencias que les atraviesan hace años; percibidos como siglos por las injusticias que eran vistas a ojos ciegos y escuchadas a oídos sordos.

A lo largo de esta guerra, si se realiza un recorrido histórico, se considerarían tres reestructuraciones militares importantes en los Territorios Palestinos Ocupados (TPO): el inicio de la nakba (catástrofe), la guerra de los Seis Días y los Acuerdos de Oslo en 1994. Resulta imperante analizar estos procesos históricos desde el materialismo histórico-dialéctico, en el que los acontecimientos así como las acciones emprendidas no se entienden como consecuencia de una disputa por poder dentro de una “arena internacional”, sino que son resultado de una reestructuración espacio-temporal del capital a nivel global en el que Medio Oriente no permaneció ajena.

Dentro de los últimos años del siglo pasado sucedieron cambios en la sociedad internacional donde se experimentaba la transición del mundo bipolar a unipolar y, por lo tanto, la consolidación de una Pax Americana que se gestaba desde la segunda posguerra.[1]De manera paralela, también se percibía el agotamiento del Estado de bienestar y su transcurso a la etapa de acumulación neoliberal.

A partir de 1994 existe una proliferación de la violencia en todas sus formas en la Palestina ocupada. La militarización, como parte de esta violencia –que ha estado presente desde el inicio de la catástrofe y resulta pilar fundamental tanto para la edificación del Estado de Israel como para el ciclo de acumulación del capital– se ve atravesada por el contexto neoliberal, reconfigurando su operatividad en el territorio Cisjordano, intensificando así el despojo. La manera en la que se espacializa este último sólo es a través de la destrucción de lo que existía antes, tanto física como simbólicamente, para que así pueda crear sus propias condiciones de reproducción: todo un nuevo paisaje.[2]

No sólo se trata del despliegue de tropas militares como elemento coercitivo, como se ha conceptualizado tradicionalmente, sino de un proceso y mecanismo que crea relaciones sociales con el objetivo de establecer estructuras mediante la imposición de territorialidades y, por lo tanto, sujetos para asegurar la reproducción de la hegemonía en todas las escalas.[3] Es por tanto que, retomando de alguna manera a David Herrera,[4] se puede hablar del capitalismo como modo de hacer y ser, la militarización como eje ordenador y el espacio que ambos engendran.

Desde la perspectiva teórica de Henri Lefebvre, el espacio se entiende como producto y productor social en la que lxs sujetxs, mediante la práctica, cambian o transforman cierta materialidad, pero, a su vez, esa materialidad también influye en lxs sujetxs y sus accionar.[5] Es de rescatar también que el capitalismo sólo sobrevive a través del espacio: dominándolo y produciéndolo.[6] En este sentido, Cisjordania está atravesado por un tipo particular de militarización que transforma e instrumentaliza el espacio y tiempo para satisfacer ciertas necesidades y la supervivencia del sistema capitalista, en palabras de Moisés Garduño: “lo que está en juego que ni siquiera se trata de la ocupación militar en sí misma, sino del propio sistema capitalista, del capital transnacional y de su reproducción en la mayor cantidad de mercados vigentes posibles”.[7]

Cisjordania se reorganizó ante este ajuste espacio-temporal siendo presa del desplazamiento de las crisis de sobreacumulación. A partir de la fragmentación de Oslo es que se dará la combinación de desplazamientos en este espacio: el desplazamiento temporal traducido en la inversión de capital fijo, es decir, construcción de infraestructuras; y el desplazamiento espacial a través de la apertura de nuevos mercados.[8] El apartheid se materializó en la construcción del muro durante 2002 y los puntos de vigilancia que están sobre éste. La seguridad de dicho muro que segrega y separa comenzó a privatizarse, pasando el cargo de las Fuerzas de Defensa Israelí al contratista de seguridad más grande del gobierno israelí: Modi’in Ezrachi.[9]

De igual manera, para el funcionamiento eficiente de la ocupación, se ha requerido de un desarrollo tecnológico importante. Como ejemplo de que la ciencia y tecnología han fungido como instrumento a completa disposición de las élites del poder,[10] tenemos que el Estado de Israel contrató a la empresa norteamericana Hewlett-Packard para desarrollar datos biométricos a través de identificaciones para que las fuerzas israelíes las utilicen en los checkpoints y así agilizar procesos. [11] Asimismo, se puede ver a la empresa conjunta Raytheon w/ Rafael Area Protection Systems, en donde a partir de su desarrollo tecnológico, está construyendo el sistema de misiles tierra-aire de mediano alcance. Éstos últimos también están asociados con el desarrollo y producción del sistema Iron Dome.[12]

Los asentamientos establecidos desde la Guerra de los Seis Días aumentaron a pesar de estar considerados como una violación a la Cuarta Convención de Ginebra de 1949 y un crimen de guerra para los Estatutos de Roma de la Corte Penal Internacional. El ocupante, en este caso Israel, tiene prohibido trasladar población a los territorios ocupados. Sin embargo, desde aquellas aliyás[13] que comenzaron a finales del siglo XIX con ayuda del mandato británico, se encargaron de poblar según ellos a una tierra sin pueblo, en un pueblo sin tierra, haciendo más fácil la ocupación. Una de las empresas involucradas en vender las casas de las que son despojadxs lxs palestinxs es RE/MAX.[14]

Asimismo, otra de las principales infraestructuras que fragmentan a la población cisjordana son las carreteras, pues existen libramientos en los que solo pueden circular matrículas israelíes. Una de las más importantes para la circulación es la autopista 60, una carretera que fue construida en 1994 que recorre completamente Palestina de norte a sur. Son 183 km. que conectan los asentamientos con el litoral, pero desconectan a 306 000 palestinos.[15] Además de que evita el crecimiento de ciudades importantes, conecta a las colonias judías de Jerusalén con las del oeste en Belén evitando roces con aldeas palestinas. De igual manera, fue el primer puente blindando en toda la existencia ya que resultaba un punto vulnerable en la comunicación israelí.[16]  

La materialidad hostil y segregadora que se construyó y, por tanto, las relaciones sociales que resultaron en este espacio no son más que ejemplos del capital financiero que despoja. La militarización no sólo son armas, sino todo lo que construye para que se consiga un fin último: la construcción de subjetividades que interesen al capital para su acumulación. No obstante, como a toda dominación le corresponde su negación,[17] y toda planeación es inacabada, la misma fragmentación que el Estado de Israel ha hecho en toda Palestina ha provocado resistencias que hacen frente a esta militarización. Éstas parten de una desobediencia epistémica que reivindican el solo hecho de existir como una resistencia, y se materializan en una organización de la sociedad en la que se dan desde prácticas autónomas de subsistencia hasta movimientos islamistas.

Es entonces que podemos decir que, bajo esta lógica de acumulación por desposesión en el neoliberalismo, Israel no puede ser sin Palestina, en tanto éste debe de ser despojado de sus personas, recursos, ideas, fuerza y espacio para que exista un Estado. Enunciar esto es aterrador porque cierra un poco la puerta a las posibilidades de pensar un fin del conflicto, añadiendo los esfuerzos de Israel por normalizar lo que no se puede normalizar. No obstante, creyendo en las contradicciones que son inherentes del sistema y que en cualquier momento puede caer por éstas, la resistencia que alberga el sentimiento de sed de justicia también surgen con fuerza. Si bien es cierto que el capital perece mientras crece, no hay que esperar en el proceso para que caiga por sí solo, hay que tirarlo y resignificar lo que verdaderamente vale: la vida. Concluyendo que hoy “Palestina existe y siempre ha existido porque resiste y ha resistido”.[18]


[1] Jaime Isla Lope, Propuesta metodológica para analizar la problemática internacional de Medio Oriente, México, UNAM/FCPyS, 2019, p. 24.

[2] David Harvey, “Contradicción 11. Desarrollos geográficos desiguales y producción del espacio”, en Diecisiete contradicciones y el fin del capitalismo, Quito, Traficantes de Sueños, 2014, p. 157.

[3] Irwing Rico Becerra, “Los despliegues de la militarización estadounidense en el sistema mundial: transformaciones territoriales y producción estratégica del espacio de la posguerra al siglo XXI”, Revista de Investigación en Geografía, núm 4, 2020, p. 11-12.

[4] David Herrera, La política, continuación de la guerra por otros medios’: hegemonía y poder en las relaciones internacionales del siglo XXI, [en línea], Instituto de Política Internacional, 20 marzo 2019, Dirección URL:

https://politicainternacional.com.mx/2019/03/20/la-politica-continuacion-de-la-guerra-por-otros-medios-hegemonia-y-poder-en-las-relaciones-internacionales-del-siglo-xxi/ [consultado el 21 de junio de 2021]

[5] Federico Saracho, “El espacio negativo”, en Espacios negativos. Praxis y antipraxis, Akal, 2020. pp. 104-105.

[6] David Herrera, “Geopolítica de la fragmentación y poder infraestructural. El Proyecto One Belt, One Road y América Latina”, Geopolítica(s), 2019, p. 45

[7] Moisés Garduño, “Palestina Glocal: Resistencias al neoliberalismo desde el pensamiento crítico y las prácticas autónomas palestinas”, en Pensar Palestina desde el Sur Global, UNAM/FCPyS, p. 255.

[8] David Harvey, 2014, op. cit.

[9] Antony Loewenstein y Matt Kennard, How Israel privatized its, The Nation, 2015, p. 21, Dirección URL: https://www.thenation.com/article/archive/how-israel-privatized-its-occupation-of-pal estine/ [Consultado el 23 de mayo de 2022]

[10] Ralph Miliband, “Análisis de clases”, en La teoría social, hoy, México, Alianza, 1987, pp. 419-443.

[11] Antony Loewenstein y Matt Kennard, op. cit., p. 24.

[12] IISS, The military balance. The annual assessment of global military capabilities and defence economics, 2021, p. 64, Dirección URL: https://www.iiss.org/publications/the-military-balance [Consultado el 22 de mayo de 2022]

[13] Término utilizado para nombrar la inmigración judía moderna a territorio Palestino. Mario Sznajder, “Sionismo y migración (1881-1918)”, en Historia Mínima de Israel, México, El Colegio de México, 2017, p. 34-35.

[14] Ben Norton, Meet RE/MAX Israel, the Company that Profits off of Illegal Israeli Settlements, noviembre 2014, Dirección URL: https://bennorton.com/meet-remax-israel-the-company-that-profits-off-of-illegal-israeli-settlements/ [Consultado el 25 de mayo de 2022]

[15] Julieta Fuentes, Las fronteras de Israel, s/f, p. 59.

[16] Ibid.

[17] Iraís Fuentes Arzate, “La ‘desterritorialización’ como estrategia en la geopolítica de la guerra contra Irak (2003-2011)” en Geopolítica. Espacio, poder y resistencias en el siglo XXI, México, UNAM/FFyL, 2020, p. 198.

[18] Moisés Garduño, op. cit., 268.


Fuentes Consultadas

Fuentes Arzate, Iraís, “La ‘desterritorialización’ como estrategia en la geopolítica de la guerra contra Irak (2003-2011)” en Geopolítica. Espacio, poder y resistencias en el siglo XXI, México, UNAM/FFyL, 2020, pp. 197-214.

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