La producción del espacio desde el etnonacionalismo serbobosnio: nuevas amenazas a la integridad de Bosnia-Herzegovina

Rebecca Mejía Meza
AP Photo/Amel Emric

Han pasado 30 años del inicio de la Guerra de Bosnia, y la paz prometida que se buscó alcanzar con la firma de los acuerdos de Dayton se ve desplazada por resentimientos entre los tres grupos étnicos que habitan dentro del territorio. No es de sorprender que con la separación dentro de Bosnia, palpable y visible a través de la creación de dos entidades federativas asignadas para las diferentes etnias, la división comunitaria continúe y se recrudezca con el aparecimiento de proyectos que enaltecen a unos sobre otros.

La disputa por la pertenencia y el territorio, sumada a la crisis política que se viene arrastrando en Bosnia-Herzegovina desde los últimos años, genera un cuestionamiento de la legitimidad de la creación del Estado. Las dos entidades, Bosnia y la República Srpska, representan una división que marca la vida social y las relaciones de poder dentro del país y cuyo complejo sistema político desfavorece la estabilidad del territorio. El presente texto busca entender, desde la producción del espacio, el etnonacionalismo serbobosnio como herramienta del proyecto de la República Srpska en búsqueda de desintegrarse de Bosnia-Herzegovina. 

A la espacialidad se le debe entender como un ciclo cuya construcción siempre se encuentra en constante cambio. De acuerdo a Henri Lefebvre, el espacio debe ser entendido como producto y productor social en los sujetos, que mediante la práctica, cambian o transforman cierta materialidad[1]. Dicha materialidad va a influir en los sujetos y sus acciones. Así como es un contenedor de los procesos de socialización, el espacio es considerado una construcción social constante, producto y productor de asimetrías; ya sea en relaciones de poder, transformaciones socioeconómicas, prácticas culturales, etc.

El espacio contiene y expresa el orden impuesto por lo socialmente planeado, pero también el desorden producido por la yuxtaposición de espacialidades contradictorias, por los posicionamientos espaciales de los “otros”, o las contra-espacialidades de los subordinados. En este sentido, el espacio es político y abierto a la lucha política. No es fijo, ni muerto, ni mucho menos neutral[2].

Dicho esto, se tiene que entender entonces, que el espacio va a ser garante de las asimetrías que se presenten en su interior. La configuración del espacio materializado, el cual nunca será neutral, también va a ser aquel que enajene a todo lo que no entre en sus parámetros específicos[3]. El espacio va a priorizar todo lo que sí cumpla con ellos, –grupos, acciones, lugares, símbolos, etc.–, y determinará cuáles son superiores a otros y, por ende, que entrarán en dicha delimitación materializada y tangible. Es así como una determinada clase o grupo tiene asegurada su pertenencia en el espacio, enajenando o excluyendo a aquellos que no pertenecen en los parámetros construidos en las relaciones sociales.

No obstante, al ser el espacio un escenario que por naturaleza alberga procesos de socialización, es por ende uno de diversidad. Pensar la diversidad dentro de las lógicas de la producción del espacio es una de las grandes necesidades que se deben tener en cuenta. “Sin espacio, no hay multiplicidad, sin multiplicidad no hay espacio.”[4] La misma exclusión de unxs del espacio, es la producción de nuevas formas de espacializar. Entendamos así, que las similitudes de un grupo dominante o élite en un espacio delimitado enajena a las clases que no cumplen con los elementos de pertenencia, y dichas diferencias serán capaces de crear un nuevo espacio.

Desde este entendimiento, la construcción de formas de exclusión que hacen juego con el nacionalismo también se basan en criterios étnicos. La modernidad, con sus principios de inclusión bajo esta lógica estatal, se va a encontrar vinculada con formas de exclusión étnica[5]. Los grupos que se convierten en minorías frente a otros han sido llevados a la asimilación y ven dicho fenómeno como una pérdida de su proyecto nacional e identitario. La selección de la etnia como criterio de definición y diferenciación se ha convertido en una elección prioritaria para los grupos de Bosnia, más no se debe de ver que sea el fin último sino un articulador bastante útil. En estos casos el movimiento etnonacional responde al objetivo de mantener y defender privilegios económico-políticos a través del uso discursivo de lo étnico.

La situación presente en Bosnia, donde los serbios se aferran a la autonomía plena de su entidad y donde los bosniacos demandan un territorio y entidad estatal firme y unificada, es resultado directo de políticas nacionalistas de los partidos políticos de cada grupo. Tres etno-nacionalismos coexisten en un mismo espacio y territorio y es común que entre estos existan demandas políticas en nombre de la identidad y cultura; aunque no hayan muchas diferencias entre ellos más que la religiosa.

Desde hace dos décadas, esta discursiva ha sido usada como un bastión del proyecto etnonacionalista de los serbobosnios. El argumento etnico, histórico e identitario ha resultado muy popular en dicha retórica. Uno de los argumentos más fuertes es con respecto a la distribución territorial y de la población como consecuencia de la guerra reciente, la cual es vista como una injusticia y castigo. Para la República Srpska, invocar las injusticias[6] del pasado es bastante efectivo para justificar que los fracasos dentro de Bosnia son consecuencia de dichos reclamos. Los grupos etnonacionalistas dentro de Bosnia son específicos, requieren de una entidad separada para proteger la identidad y sus propios intereses nacionales.

La ausencia de la posibilidad de redireccionar los procesos históricos para el fortalecimiento de la identidad política y nacional de Bosnia tiene como un posible resultado la desintegración de la sociedad y, por ende, estatal. El secesionismo, como una idea política dentro del proyecto, es una amenaza latente que es común que ocasiona temores dentro del país. Un grupo que desarrolla una identidad independiente y merecedora de un espacio específico pone en alerta a la región entera.

Los serbobosnios deben encontrar un modo de convivencia para identificarse con el resto de los grupos constitutivos sin poner en peligro la integridad estatal y territorial de Bosnia-Herzegovina. Cabe aclarar, como conclusión, que una solución simple no es fácilmente aplicable en un Estado que desde el final de la guerra ha sido reclamado por tres grupos étnicos para cada uno. Sin embargo, este fenómeno no debe pasarse por alto de nuestra atención y análisis.


[1] Federico José Saracho López, “El espacio negativo”, en Espacios negativos. Praxis y antipraxis, Akal, 2020. pp. 104.

[2] Ovidio Delgado, Debates sobre el espacio en la geografía contemporánea, Colombia, Universidad Nacional de Colombia, 2003. pp. 136

[3] Federico José Saracho López, Sobre el espacio de la identidad. La fabricación de la nación y la geopolítica de su contradicción, México, Ediciones Monosílabo, 2019, p. 27

[4] Ibid, p. 14

[5] Andreas Wimmer, Nationalist exclusion and ethnic conflict. Shadows of Modernity, Reino Unido, Cambridge University Press, 2004, p. 45

[6] Para los serbobosnios, la injusticia más grande para su nación es haber sido limitados a una entidad dentro de BiH y no poder llevar a cabo el proyecto de la Gran Serbia que se buscaba dentro de la Guerra de Bosnia.


Referencias

Bildt, Carl. 2021. “Bosnia to War, To Dayton, and to its Slow Peace.” European Council on Foreign Relations 371 (ECFR): 1-29.

Connor, Walker. 1994. Ethnonationalism: The Quest for Understanding. Estados Unidos: Princeton University Press.

Delgado, Ovidio. 2003. Debates sobre el espacio en la geografía contemporánea. Bogota, Colombia: Universidad Nacional de Colombia.

Devic, Ana. 1998. “Ethnonationalism , Politics, and the Intellectuals: The Case of Yugoslavia.” International journal of Politics, Culture, and Society 11 (3): 375-409.

Lefebvre, Henri. 2020. La producción del espacio. Translated by Emilio Martínez. N.p.: CAPITÁN SWING LIBROS.

Saracho López, Federico. 2019. Sobre el espacio de la identidad. La fabricación de la nación y la geopolítica de su contradicción. México: Ediciones Monosílabo.

Saracho López, Federico. 2020. Espacios negativos: praxis y antipraxis. N.p.: Universidad Nacional Autónoma de México, Facultad de Filosofía y Letras.

Suzman, M. 2016. Ethnic Nationalism and State Power: The Rise of Irish Nationalism, Afrikaner Nationalism and Zionism. N.p.: Palgrave Macmillan UK.

Wimmer, Andreas. 2009. Nationalist Exclusion and Ethnic Conflict: Shadows of Modernity. Cambrigde: Cambridge University Press.

La militarización de Beirut como síntoma de una emergente ruptura mesiánica de la modernidad europea-estadounidense

Rodrigo Hernández Gómez
Foto: The New Arab

Líbano está atravesando una serie de crisis económicas, políticas y sociales cuyo origen puede ser rastreado a la imposición de una modernidad única como proyecto civilizatorio. Uno de los síntomas más visibles de estos procesos es la constante militarización y reconfiguración de Beirut. El presente texto busca entender, a través de la Teoría de la Liberación, esta serie de procesos como reflejo de la ruptura mesiánica que hoy en día atraviesa la modernidad europea-estadounidense.

De acuerdo con Günther Anders, desde mediados del siglo pasado, el planeta Tierra está atravesando la Era de la Última Edad[1]. Periodo cuya differentia specifica reside en la posibilidad de la producción concreta de la nada. La materialización de los medios que pueden terminar con todo lo existente en la Tierra emana de una serie de rupturas y bifurcaciones en la estructura del proyecto civilizatorio hegemónico: la modernidad europea-estadounidense.[2] Estos procesos, a lo largo de los últimos 77 años desde la detonación de la primera bomba nuclear sobre un territorio poblado, no han hecho más que enajenarse.

La enajenación de estos procesos ha implicado el recrudecimiento de las condiciones de vida a lo largo y ancho del planeta a través de llevar al máximo las contradicciones de la estructura capitalista de la modernidad que, en esencia, favorecen a unos pocos a través del despojo de los otros muchos.[3] Desde la Filosofía de la Liberación, propuesta por Enrique Dussel, existen tres configuraciones que permiten atestiguar el colapso de las configuraciones político-estatales de la modernidad única: 1) la totalidad vigente, 2) la ruptura mesiánica y 3) la creatividad del nuevo orden.[4]

Para fines del presente análisis nos centraremos en la transición de la primera a la segunda configuración. Durante la totalidad vigente se puede mencionar que existe una idea de hegemonía, desde la óptica gramsciana, mediante la que se establecen los elementos desde los que se ejerce el poder, controlados por una clase reinante.[5] Esta etapa de hegemonía puede ser bastante duradera, sin embargo, por las contradicciones propias de la modernidad europea-estadounidense, ésta suele transicionar de una etapa de consenso a una de dominación y de fetichización de las estructuras estatales.

La historia del Líbano independiente, posterior a 1943, es una de las muestras de la imposibilidad del establecimiento forzado de una modernidad única (metafísica) y de la subsunción de las vidas de determinado territorio a sus estructuras. Desde mediados del siglo pasado, Líbano se ha visto envuelto en una serie de procesos que corporifican la decadencia del proyecto civilizatorio europeo-estadounidense como totalidad vigente. Si bien la idea del Estado laico trató de ser adaptada para brindar representación a las más de 18 comunidades religiosas que históricamente han cohabitado en la región, éste tardó apenas 32 años en dar pie a un conflicto armado y confesional que culminó a principios de la última década del siglo anterior.

No obstante, con la llegada del siglo XXI la manifestación de las contradicciones sistémicas no cesaron y, en su defecto, han llevado al país a un estadio prolongado de incertidumbre desde diversos frentes, posterior a un breve periodo de bonanza económica. Por decir un par de ejemplos se pueden mencionar la fuerte crisis energética (petrolera y eléctrica primordialmente), la fuerte devaluación del valor real de la libra libanesa frente al dólar estadounidense y la inflación a tres cifras.[6] Frente a la precarización de la vida y las amenazas concretas ante ella (como el nitrato de amonio mal resguardado en uno de los silos del antiguo puerto de Beriut[7]), desde el 2019 con la thawra[8] gran parte de la población comenzó a manifestarse, exigiendo condiciones mínimas de existencia desde dos epicentros: Trípoli al norte y Beirut al centro del país.

En este último caso, la respuesta del Estado Libanés en su etapa fetichizada y dominadora ha sido notoria. A lo largo de la historia de la ciudad, derivado de los diversos conflictos político-confesionales que se han vivido dentro de la capital, han habido diversos procesos que han militarizado sus angostas avenidas de manera “temporal”. No obstante, esta es una práctica que, según la zona, la etnicidad de la población y el momento histórico particular se ha vuelto recurrente.

En general, la materialización de la militarización consiste en el establecimiento de paredes de concreto móviles, metálicamente reforzadas y cubiertas de alambre de púas en conjunto con el despliegue de elementos militares que custodian determinadas zonas de Beirut e imposibilitan el acceso a las mismas. También es común encontrar puntos de control militar para regular el tránsito (principalmente desde una perspectiva étnica-confesional) a zonas particulares.[9]

Posterior a los movimientos sociales de 2019, el centro político de Beirut (especialmente el barrio Nejmeh) donde se encuentra el Parlamento Libanés y el Ministerio de Finanzas del país, fue cercado a través de los mecanismos militares ya mencionados. En este sentido, el acceso ha sido fuertemente reducido y abierto sólo para quienes conforman el binomio de la clase reinante-dominante del país. Lo que no sólo ha afectado la configuración de la ciudad, si no que funge como un mecanismo de ocultación frente a las proclamas sociales del grueso de la población que no se había visto durante o antes de la emergencia de la thawra. Es importante mencionar que, este tipo de mecanismos de ocultación del núcleo estatal es recurrente frente a la emergencia protestas sociales.

Durante este año, las barricadas que rodean el barrio (Nejmeh) fueron retiradas debido a los comicios electorales en el país, no obstante, frente a la composición de un parlamento con poco consenso, éstas fueron levantadas de nuevo. Mientras tanto, la población de todo el país sigue sobreviviendo en el día a día en condiciones deplorables, a la espera que el parlamento escoja un nuevo presidente que pueda atender los problemas del país y rendir cuentas sobre la utilización de la serie de apoyos internacionales que han llegado al país desde el 4 de agosto de 2020.

Con un panorama como el descrito, se abre el cuestionamiento sobre cómo enfrentar o transformar a un Estado cuyo hermetismo y hegemonía no descansa en el consenso, si no en medios coercitivos que directamente atentan contra la vida de su población. Hasta ahora, el sistema estructurado por la modernidad europea-estadounidense ha demostrado su incapacidad para fungir como modelo vigente. Será cuestión de tiempo para vislumbrar otras posibilidades de reproducción social en el Líbano o, en su defecto, la enajenación del modelo que ha llevado la vida de la población al límite.


[1] Günther Anders. 2019. “Tesis Para La Era Atómica.” Estudios Latinoamericanos, no. 44: https://doi.org/10.22201/fcpys.24484946e.2019.44.77205.

[2] Enrique Dussel. 1492. El encubrimiento del otro. Hacia el origen del mito de la modernidad, (España: Nueva Utopía, 1992).

[3] James O’Connor, “La segunda contradicción del capitalismo”, en Causas naturales. Ensayos de marxismo ecológico,(Siglo XXI, 2001).

[4] Enrique Dussel. Siete Ensayos de la Filosofía de la Liberación. Hacia la fundamentación del giro decolonial, (España:Trotta, Colección Estructuras y Procesos, Serie Filosofía, 2020).

[5] Jaime Osorio, Estado, reproducción del capital y lucha de clases. La unidad económico/política del capital, (México: UNAM-IIE, 2014).

[6] Kabalan Farah, “Year-on-year inflation remains in triple digits for 17th consecutive month”, L’Orient Today, 21 de diciembre 2021. https://today.lorientlejour.com/article/1285463/year-on-year-inflation-remains-in-triple-digits-for-17th-consecutive-month.html

[7] The New Arab “Lebanon president says he knew of explosive ammonium nitrate at port in July”, acceso: 11 de noviembre, 2022, https://english.alaraby.co.uk/news/lebanon-president-knew-chemicals-port-july

[8] Rima Majed y Lana Salman. “Lebanon’s Thawra”, Middle East Report, acceso: 10 de noviembre, 2022, https://merip.org/2019/12/lebanons-thawra/

[9] Beirut Urban Lab, “Beirut Urban Lab – Mapping Security in Beirut: A Decade of Research.”, acceso: 06 de noviembre, 2022, https://beiruturbanlab.com/en/Details/620/mapping-security-in-beirut-10-years-of-research.


Referencias

Anders, Günther. 2019. “Tesis Para La Era Atómica.” Estudios Latinoamericanos, no. 44: https://doi.org/10.22201/fcpys.24484946e.2019.44.77205. 

“Beirut Urban Lab – Mapping Security in Beirut: A Decade of Research.” Beirut Urban Lab. Acceso: 06 de noviembre, 2022. https://beiruturbanlab.com/en/Details/620/mapping-security-in-beirut-10-years-of-research.

“Downtown Beirut ‘security’ walls come down after independent MPs enter Lebanon parliament”. The New Arab. Acceso: 07 de noviembre, 2022. https://english.alaraby.co.uk/news/lebanon-parliament-walls-come-down-after-election

Dussel, Enrique. 1992. 1492. El encubrimiento del otro. Hacia el origen del mito de la modernidad, España: Nueva Utopía, 1992.

Dussel, Enrique. 2020. Siete Ensayos de la Filosofía de la Liberación. Hacia la fundamentación del giro decolonial, España:Trotta, Colección Estructuras y Procesos, Serie Filosofía.

Farah, Kabalan. 21 de diciembre 2021 “Year-on-year inflation remains in triple digits for 17th consecutive month”, L’Orient Today. https://today.lorientlejour.com/article/1285463/year-on-year-inflation-remains-in-triple-digits-for-17th-consecutive-month.html

“Lebanon president says he knew of explosive ammonium nitrate at port in July”. The New Arab. Acceso: 11 de noviembre, 2022. https://english.alaraby.co.uk/news/lebanon-president-knew-chemicals-port-july

Majed, Rima y Lana Salman. “Lebanon’s Thawra”. Middle East Report. Acceso: 10 de noviembre, 2022. https://merip.org/2019/12/lebanons-thawra/

“Security cordon lifted in Beirut’s iconic Nejmeh Square”. The New Arab. Acceso: 07 de noviembre, 2022. https://english.alaraby.co.uk/features/security-cordon-lifted-beiruts-iconic-nejmeh-square

Tala Majzoub. 2020. “Rise of the warrior cop: The militarization of Lebanese police”. Beirut Today. Acceso: 07 de noviembre, 2022. https://beirut-today.com/2020/12/04/rise-of-the-warrior-cop-the-militarization-of-lebanese-police/

O’Connor, James. 2021. “La segunda contradicción del capitalismo”, en Causas naturales. Ensayos de marxismo ecológico, Siglo XXI, 2001.

Osorio, Jaime. 2014. Estado, reproducción del capital y lucha de clases. La unidad económico/política del capital, México: UNAM-IIE.

Perry, T. y Francis, E. 10 de agosto 2020. “Special Report: Lebanon’s power struggle – why a failing state can’t get the lights on”. Reuters. Acceso: 07 de noviembre, 2022. https://www.reuters.com/article/us-lebanon-crisis-power-special-report-idUSKCN25626G

Gabriel, Edward. 2022. “After Two Years, Lebanon Has Done Nothing in Response to the Port of Beirut Blast”. Wilson Center. Acceso 07 de noviembre, 2022. https://www.wilsoncenter.org/article/after-two-years-lebanon-has-done-nothing-response-port-beirut-blast

La militarización del estado de Guerrero: construcción de la consciencia a través de la memoria

Jesús Antonio Gallegos Adame
Imagen: José Luis Morales Noticias, Twitter.

Desde inicios de 1970, y de forma continua estas dos décadas del presente siglo XXI, el estado de Guerrero ha sido un espacio inmerso en una sangrienta atmósfera de militarización. Esta violencia se manifiesta de forma diaria en desapariciones forzadas, asesinatos, desplazamientos por conflictos, etc., y, a su vez, es la expresión de una estructura de organización y producción económica que aprovecha estas condiciones de vulnerabilidad para producir y reproducirse: el capitalismo.

Las causas de esta condición de violencia generalizada son variadas, pero apuntan a las mismas dinámicas de acumulación y explotación colonial-capitalista. Las principales son, las constantes disputas entre grupos de crimen organizado; los nexos entre autoridades locales-federales con los líderes de dichas organizaciones (lo que conduce al nepotismo y a la impunidad); y finalmente las estrategias de despliegue militar por parte del Estado-nación moderno mexicano como supuesta “respuesta” a “inseguridad”, pero que en realidad han sido utilizadas como medios históricos de represión a movimientos estudiantiles, sindicales y agrarios, o para asegurar objetivos “estratégicos”, en términos de neo extractivismo, por ejemplo.

Así, un evento reciente que permite problematizar la gravedad de la situación, es la masacre ocurrida el pasado 5 de octubre en San Miguel Totolapan, en la región de la Tierra Caliente, donde un convoy armado del cartel de La Familia Michoacana asesinó a 22 trabajadores en el ayuntamiento municipal, incluido el ex presidente, Conrado Mendoza Almeda. Aunque la investigación está en proceso, es posible pronosticar alguna clase de conflicto político, o un “ajuste de cuentas”. Sin embargo, detrás de ello se encuentran algunas razones estructurales, como la presencia del narco en la región para conseguir mano de obra barata.

Ante este suceso, el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO), quien desde su campaña electoral aseguró que se revertiría el militarismo del país impuesto por sus predecesores, incoherentemente ha ordenado el despliegue de más de 1,750 efectivos militares de la Guardia Nacional en la región, así como la instalación un cuartel de esta misma en la comunidad de San Miguel. Esto evidencia la continuidad de la norteamericanización de la seguridad en América Latina, y conduce a comparar las nuevas y viejas estrategias del Estado Mexicano con base en la historia reciente del pueblo guerrerense.

Al respecto de la Guardia Nacional y el papel que juega en la estrategia del presidente, cabe aclarar, primero, que su incorporación a la Secretaría de Defensa Nacional no es el “inicio de la militarización” del país, sino más bien un momento fundamental en el proceso de su institucionalización. En segundo lugar, es preocupante notar cómo su despliegue en el territorio nacional es cada vez mayor -de 70,000 efectivos en 2019 a cerca de 120,00 en 2022- (Arista, L, 2022) en comunidades ya de por sí azotadas por la violencia armada del narcotráfico, como ocurre ahora mismo en San Miguel, donde tanquetas blindadas circulan por las calles de la comunidad.

Basta con recordar la vigencia del caso Ayotzinapa y la deuda histórica que recae en el Estado mexicano tras la desaparición de los 43 compañeros normalistas a manos del ejército. A pesar de la presentación de nueva evidencia en los informes realizados por la Comisión para la Verdad y Acceso a la Justicia (COVAJ), no ha habido resoluciones en cuanto a judicialización ni a aprehensión de los perpetradores de este crimen de Estado. Además, es importante mencionar que desde entonces y hasta el día de hoy, grupos como la Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de México (FECSM) han sido constantemente reprimidos por fuerzas estatales, incluida ahora la Guardia Nacional.

A su vez, resulta importante en términos de búsqueda de recuperación de la memoria histórica, revisar la llamada Guerra Sucia en las décadas de 1960 y 1970, en las que la Sierra de Guerrero se convirtió en el campo de prueba del ejército mexicano. Durante ella, las instituciones militares fueron utilizadas como herramientas criminales para reprimir los movimientos campesinos, magisteriales y estudiantiles, al cometer crímenes de lesa humanidad y crímenes de guerra en contra de auténticos movimientos revolucionarios de tinte socialista-indigenista, como el que encabezaron los profesores Genaro Vázquez y Lucio Cabañas Barrientos.

Tras ese recorrido histórico, se vuelve evidente que todas estas acciones del Estado mexicano reafirman su papel como garante del orden social dominante a través de sus estructuras de control colectivo (Rodriguez Rejas, 2017) -las fuerzas armadas, en este caso-, y demuestran que tienen como verdadero objetivo el mantenimiento del status quo en materia de seguridad pública, en el marco de una crisis de legitimidad del Estado neoliberal. Cabe preguntarse, en ese sentido, ¿en qué medida puede el ejército, que tiene las manos manchadas de sangre, garantizar un ambiente de tranquilidad? Es, a este punto, una propuesta absurda.

Desde las Relaciones Internacionales, esto responde a la tendencia global del capitalismo histórico por asegurar su prevalencia a través de una geopolítica del miedo, utilizando la violencia como herramienta característica de la modernidad (González Luna, 2020). Si tomamos en cuenta que la milicia está siendo utilizada para asegurar territorios estratégicos, reprimir movimientos sociales y para asegurar los sistemas de producción económica, podemos entonces hablar de la prevalencia de la “seguridad” en una lógica del capitalismo histórico.

En ese sentido, como pueblo consciente, debemos observar con lente crítico el avance de la militarización del país y la evolución de la violencia generada por ésta en el estado de Guerrero, así como continuar exigiendo justicia por la enorme lista de abusos por parte del ejército a lo largo de la historia (Tlatelolco, Acteal, El Halconazo, Aguas Blancas, etc.). Por ello, a través de la movilización, la protesta y la reapropiación especial es que habrá cabida para propuestas de resistencia y autogestión que conduzcan a alternativas diferentes al militarismo institucional.

Como reflexión final, es importante destacar la importancia que tiene la toma de consciencia colectiva y de clase ante el panorama actual, para así consolidar una memoria histórica que dignifique las luchas gestadas en Guerrero. Al mismo tiempo, es nuestra responsabilidad identificar que la lucha es también contra el capitalismo como sistema de producción material y simbólica. Esto conducirá a acercarnos cada vez más a soluciones estructurales (en México y toda Nuestra América) para hacer frente a la crisis actual, a través de la idea de construir un auténtico gobierno del pueblo para el pueblo, o sea, la construcción del socialismo.

Fuentes

Colonialismo ambiental en Palestina: nuevas aristas de la ocupación militar sionista

Juan Carlos Salazar Ramírez
Foto: IYD/CARE

Cuando la eliminación o sustitución de una población colonizada se encuentra en el centro del proyecto de ocupación, la separación del sujeto colonizador respecto al colonizado es un mecanismo esencial para el fin último de control. Dicho mecanismo conocido como apartheid (“separación” o “segregación”) en el idioma colonial bóer de Sudáfrica (Tolosa, 2022, p. 40), donde fungió como sistema de segregación racial hasta 1992, también se ha usado en tiempos recientes por el relator especial de Naciones Unidas, Michael Lynk, para analizar el modelo de ocupación israelí sobre Palestina, resultando esencial para comprender las cínicas lógicas de limpieza étnica acaecidas por más de medio siglo dentro de un que territorio que prioriza de manera tan intencional los derechos políticos, legales y sociales de un grupo sobre otro (Fernández, 2022).

El proceso de ocupación iniciado en 1947 con la autoproclamada independencia del Estado de Israel y la recrudecida militarización en 1967 tras la Guerra de los Seis Días, ha dejado a mujeres, hombres, niños y niñas de los Territorios Palestinos Ocupados ante una crisis de seguridad agravada. La colonización ha trastocado todos los aspectos de reproducción de la vida. Económica, política, epistemológica y militarmente, el Estado de Israel ejerce control a través del aparato bélico – institucional que lo compone, por lo que el acceso a bienes de servicio y al medioambiente, en su mayoría, se encuentra mediados por éste de igual manera.

Es bajo este contexto de ocupación militar denominado como “la prisión más grande del mundo” en el caso de Gaza, al ser una “pequeña franja de tierra, que alberga a más de dos millones de personas bajo ocupación, aislada del mundo exterior por un bloqueo ilegalaéreo, marítimo y terrestre”; y de los 2,7 millones de palestinos en Cisjordania, que viven en “167 islas de tierra fragmentadas, separadas del mundo y entre sí por puestos de control, muros, asentamientos y carreteras israelíes exclusivas para los colonos”(Noticias ONU, 2021), que el colapso bioclimático se experimenta para la población palestina.

Siguiendo esta línea, es bien sabido que la degradación ambiental es uno de los mayores riesgos a los que se enfrenta el siglo XXI, en una especie de problema compartido. En la región que nos ocupa, existen importantes evidencias de las consecuencias del calentamiento global, traduciéndose principalmente en períodos más largos de sequías, aumento de las temperaturas medias de la cuenca del Mediterráneo y una disminución de las precipitaciones anuales (Green, et al., 2015, p. 3). Lo que eventualmente implica períodos de carencia de agua dulce cada vez más recurrentes, aumento en la frecuencia de eventos climáticos agudos como olas de calor, desertificación o pérdida de especies de flora y fauna (Green, et al., 2015, p. 4). Todo ello en una región que, por sus condiciones geológicas, es propensa a sufrir por el acceso al agua.

Si bien los efectos de la degradación medioambiental son planetarios, existe una desigualdad en la distribución global de los riesgos que diferencia el impacto de dicha degradación en las poblaciones. De esta forma, a pesar de que palestinos e israelíes habiten la misma área geográfica, los efectos negativos del cambio climático son distribuidos de manera desigual entre sus poblaciones. De tal suerte que aquellos que viven bajo el dominio de la ocupación militar sufren condiciones climatológicas con mayor severidad.

Estos efectos negativos agravados son producto de la praxis de una ocupación que impide a la población palestina acceder y gestionar la tierra y otros recursos esenciales para la reproducción de la vida, particularmente el agua. Sector en el que Israel ha creado un aparato institucional de control por medio de permisos y licencias para restringir y controlar el acceso de los palestinos a las aguas subterráneas en los Territorios Ocupados – su principal fuente de obtención -. Teniendo, desde el Acuerdo de Oslo II de 1995, el control de aproximadamente el 80% de las reservas de agua en Cisjordania (Agha, 2019).

Además, la vulnerabilidad al cambio climático palestino aumenta a través de la apropiación de la tierra y otros recursos naturales por parte de colonos israelíes, así como las restricciones de movimiento impuestas por la militarización del territorio. Lo anterior significa la imposibilidad palestina de tomar medidas para prepararse en la adaptación al cambio climático. Es decir, el ajuste de los sistemas humanos o naturales a las consecuencias del cambio climático (Agha, 2019), de tal forma que se pueda vivir dignamente y tener acceso a los recursos esenciales para la reproducción de la vida. En el caso de los Territorios Palestinos Ocupados, el acceso al agua. Recurso cada vez más escaso debido a las condiciones climatológicas, donde la agricultura, piedra angular de la economía palestina, será la más afectada.

Así, la vulnerabilidad a la catástrofe bioclimática se compone por una combinación del riesgo medioambiental y la preparación que tienen las poblaciones para adaptarse a las nuevas condiciones de existencia. Dicho riesgo es medido a través de la capacidad de implementar acciones a corto y largo plazo, lo cual depende, indudablemente, de las condiciones materiales de existencia y la capacidad de organización de las poblaciones. Ante una crisis socioeconómica y política, en el caso palestino – israelí, la vulnerabilidad debe de operacionalizarse a través del contexto de más de medio siglo de limpieza étnica y militarización del territorio. De esta forma, se puede dar cuenta del apartheid ambiental israelí si no se incluyen a las poblaciones más oprimidas en la adaptación al cambio climático, mientras Israel se compromete a la neutralidad de carbono en 2050 (Agencia EFE, 2021).

Sin embargo, el cambio climático no es un “fenómeno natural”, ni lo es la inseguridad frente a él. Ambas son cuestiones agudizadas por decisiones políticas y socioeconómicas. En el caso de los Territorios Palestinos Ocupados, la vulnerabilidad frente al cambio climático es influenciada y exacerbada por el colonialismo israelí y por el robo de recursos naturales (Dajani, 2022); en el caso de la debacle ecológica mundial, por lógicas de producción. En ambos casos, son síntoma de relaciones de poder, cuyos estragos son diferenciados.

Para los palestinos, que en este año conmemoran 75 años desde la pérdida de la mayoría de sus tierras, la vulnerabilidad al cambio climático es una consecuencia más de su condición colonial y de la ocupación militar de sus territorios. El cambio climático en toda la Palestina ocupada debe ser entendido como una realidad intrínsecamente política definida por décadas de colonialismo y despojo (Dajani, 2022). Y aunque el riesgo global afecta a todo el mundo, a los más pobres y oprimidos en la lucha contra el colapso bioclimático sólo les será posible la justicia ambiental a partir de la justicia social. Ergo, en el caso que hoy nos ocupa, esta justicia social sólo será posible con el fin de la ocupación militar ilegal en la Palestina histórica.


Fuentes de consulta:

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