La(s) geopolítica(s) feminista(s) como resistencia a la militarización

Danna Sofía Hernández Ascencio
Fuente: Pedro Valtierra / La Jornada

Durante años, las perspectivas y metodologías clásicas que han dominado la producción del conocimiento geopolítico han tenido como característica tanto la hiperfocalización del Estado como único agente relevante (es decir, un claro estatocentrismo), como la subordinación de toda investigación y conceptualización dentro del campo de estudio a los intereses del sistema, popularizando una visión hegemónica -y patriarcal- que se pretende presentar como única en validez y relevancia, es decir, totalizadora.

Como consecuencia de esta fragmentación deliberada, parecería que la geopolítica solamente debería interesarse en aquellas dinámicas que competen a los actores clásicos del sistema internacional, cuestiones que, no sobra mencionar, se encuentran íntimamente ligados a los factores económicos y militares, pretendiendo como únicamente relevantes aquellos conflictos que atenten contra la seguridad tradicional.

Así, detrás de esta visión hegemónica que busca de forma general el dominio de un conocimiento geopolítico militarizado que se subordine al mantenimiento del masculinizado y violento status quo, se encuentran dinámicas tanto patriarcales como colonizantes, raciales, clasistas y violentas (por mencionar algunas de sus múltiples características), que buscan mutilar tanto la capacidad de agencia como de existencia de otrxs actorxs y/o prácticas que representen una resistencia que encare y se contraponga al funcionamiento del sistema.

Esbozado lo anterior, el presente texto tiene como objetivo identificar las contribuciones de las corrientes feministas geopolíticas contra la militarización, rescatando no sólo la importancia de ver de manera crítica la producción del conocimiento geopolítico (aquello que en 1998 Ó Tuathail llamaba “ojo anti-geopolítico”[1]), sino de cuestionar las formas del mismo, es decir, reconocer desde dónde viene, para quién o quiénes se produce y por qué se investiga lo que se investiga; ejercicios reflexivos fundamentales para reconocer su vigencia y practicidad incluso en los rincones de la cotidianidad.

Así, examinar el impacto de las miradas feministas -en plural- dentro de la geopolítica ayudará a desaprender y desaprehender -con h- lógicas que permitan reconocer la importancia de repensar otras formas de convivencia, y además la urgencia de las mismas ante un panorama mundial que tiene como característica y constante una crisis civilizatoria que se articula mediante una militarización profunda a lo largo del globo.

De tal modo, sería fundamental retomar los postulados de Ana Esther Ceceña[2] mediante los cuales se reconoce que lo militar se ha convertido en el eje ordenador del proceso general de reproducción capitalista, cuestión que se explica desde la incapaz e insuficiente persuasión de otros agentes tales como el mercado.

Así, los canales y medios mediante los que se busca ejercer esta dominación, que se articulan a través de instituciones, normas y políticas delimitadas, es decir, mediante la aplicación de los valores militares en las formas de relación social y cotidianidad para beneficio del poder establecido, se encubren bajo el manto de la preservación de la abstracta seguridad nacional.

Más allá del propio mutilamiento cognitivo que se produce al ignorar la militarización intencionada/específica de los espacios, esta dinámica hegemónica/segregativa va dotando de ciertas capacidades o agencias a ciertxs actorxs mientras se excluyen e invisibilizan a lxs otrxs. Es aquí donde quiero ubicar a la mujer, o mejor dicho a las mujeres, sujetas que si bien resulta imposible pretender como constantes y homogéneas, sí convergen en una vivencia histórica compartida: la del patriarcado.

Una de las ideas principales a resaltar es que el ser mujer, o la experiencia de serlo, está territorializado, es decir, se encuentra íntimamente ligada al territorio, entendiendo a este último no sólo como un pedazo de tierra neutro o delimitado, sino como un espacio complejo, diverso y cambiante en el que convergen múltiples identidades, intereses que se contraponen y resistencias a las que no pocas veces se busca silenciar.

Lo anterior estimula a que nos preguntemos qué significa la presencia de una geopolítica feminista (o mejor dicho geopolíticas feministas) en  la actualidad, e incluso más interesante, cómo éstas pueden representar una resistencia contra la militarización. ¿Por qué seguir apostando por repensar o impensar las lógicas hasta ahora sostenidas en la estructura sistémica? ¿De quién o para quién será esta producción de conocimiento?

De tal modo, el vacío o el vaciado de las mujeres ha construído lógicas epistémicas violentas en las que las que estas sujetas son vulneradas y transgredidas mediante la racialización de sus cuerpos y vidas, creando espacios con pretensión de neutralidad que son, cuando menos, lacerales y perjudiciales, construyendo y manteniendo diligencias en las que se les exotiza, jerarquiza, explora o erotiza según los parámetros masculinos-militares que pretenden presentarse como naturales o intrínsecos no sólo a las personas, sino también a los territorios.

Un sistema de organización social como el capitalista, sustentado en la competencia y en la consecuente negación del otro, es un sistema en el que la guerra es un rasgo inmanente. Abandonar o buscar romper con las visiones dominantes es apostar por retornar a la humanización del conocimiento, girar hacia todas aquellas alternativas que, bajo las resistencias de ciertas existencias, se incomodan ante las injusticias que se enmascaran dentro de la dominante razón geopolítica patriarcal-militar, racial y sistémica hegemónica.

Aunado a lo anterior, no resulta menor avivar un debate que apunte hacia importancia de reconocer y seguir trabajando con lógicas críticas y humanas (se reconozcan como feministas o no) en el campo de la geopolítica, tejiendo diálogos no sólo con las otredades sino también dentro del propio movimiento, todo con el fin de articular resistencias que se enfrenten al panorama actual, entendido este como de guerra total contra la totalidad[1]  del mundo.[3]

Por lo tanto, y siguiendo a Merje Kuus[4], se podría mencionar que desde sus orígenes la investigación feminista ha buscado y luchado contracorriente para ampliar la percepción de la agencia de la geopolítica limitada o estatocéntrica y militar, ofreciendo una visión y entendimiento del poder que, partiendo desde el punto de enunciación específico, lo concibe como situado y encarnado.

A modo de conclusión, reconocer la heterogeneidad tanto de la geopolítica crítica como de las visiones feministas es fundamental para su vitalidad y éxito, de ahí que uno de los mayores logros se encuentre en concebir a todo aquello catalogado como exterior o diferente como un nuevo punto de enunciación que importa y es relevante. Se debe, indudablemente, reducir la forma masculinizada y violenta de entendimiento y razonamiento, abogando por la fundamentalidad de colocar a los cuerpos y prácticas diarias o cotidianas como centro de la geopolítica.

Es tiempo de girar a las miradas feministas para dotarnos de herramientas que logren explicar las relaciones que se circunscriben dentro del complejo campo de la geopolítica, reconociendo la interconectividad de las formas de violencia que no siempre son reconocidas como tales. Pero, aún más relevante, reconociendo nuestra capacidad de acción y la urgencia de impensar las dinámicas existentes para construir mejores mundos o, cuando menos, mundos en los que quepan muchos mundos.


[1] Gearóid Ó Tuathail, “Introduction. Thinking critically about geopolitics”, en Ó Tuathail, Dalby y Routledge, The geopolitics reader, Routledge, London, 1998. pp.1-12.

[2]Ana Esther Ceceña, “Poder, emancipación, guerra y sujetidad” en León Efraín, Praxis espacial en América Latina. Lo geopolítico puesto en cuestión. Ítaca-UNAM, México, 2018, pp. 21-35.

Ana Esther Ceceña, “Territorialidad del poder” en  Revista inclusiones, 2018, pp. 178-193.

[3] Subcomandante Insurgente Marcos [sim], 1994, en Ana Esther Ceceña, op.cit.

[4] Merje Kuus, Critical Geopolitics, Department of Geography, University of British Columbia, 2010


Fuentes consultadas:

Ceceña, Ana Esther, “Poder, emancipación, guerra y sujetidad.” en León Efraín, Praxis espacial en América Latina. Lo geopolítico puesto en cuestión, Ítaca-UNAM, México, 2017, pp. 21-35.

Ceceña, Ana Esther, “Territorialidad del poder” en Revista inclusiones, 2018, pp. 178-193.

Farinelli, Franco, “Crítica a la razón cartográfica: de la razón de estado a la razón instrumental”, en Farinelli, Del mapa al laberinto. Icaria, 2013,  pp. 241-267.

Kuus, Merje, Critical Geopolitics, Department of Geography, University of British Columbia, 2010.

Ó Tuathail, Gearóid, “Introduction. Thinking critically about geopolitics”, en Ó Tuathail, Dalby y Routledge, The geopolitics reader, London, Routledge, 1998,  pp.1-12.

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