Degradación irreversible en la Amazonía ecuatoriana por la ampliación de la frontera extractiva

Samantha Judith Arreortúa Camacho
Foto: El País

La conflictividad al interior de la región amazónica es un problema que nos involucra a todas y todos, ya que se trata de una disputa por la vida. La región se extiende a lo largo de 9 países. Comprende el bosque tropical y la cuenca más grande del mundo, que alberga el 20% del agua dulce de toda la superficie terrestre. En ella habitan 33 millones de personas, 6,000 especies de animales y aproximadamente 40,000 especies de plantas (CAF, 2019). Sin embargo, su importancia se ha definido, más bien, por los recursos que hay debajo de la tierra, pues de ellos depende el sistema de producción dominante.

Desde la década de los sesenta las actividades extractivas comenzaron a ampliarse y a tener un impacto mucho más transgresor para las múltiples formas de vida en la Amazonia. El costo ha sido alto pues en 50 años se ha perdido el 17% del bosque a causa de la deforestación, el aumento de incendios y la contaminación de los suelos por el extractivismo (PNUMA, 2019). La promesa del desarrollo ha permitido y justificado a las empresas y a los Estados continuar extendiendo la frontera extractiva, pues ya se tiene bien contemplado aquello que se debe sacrificar por el crecimiento económico y la acumulación de capital. Por eso el exterminio de comunidades, el cambio climático y la extinción de especies se piensan como daños colaterales y no como amenazas reales a la vida.

En toda la región amazónica existe una historia muy larga de violencia y despojo que se sigue contando hasta nuestros días. La Amazonía ecuatoriana es uno de los mayores ejemplos del nivel de degradación que las actividades de exploración y explotación de petróleo pueden generar en la tierra, el agua y las comunidades habitantes. El caso de la petrolera Texaco, ahora Chevron, es registrado como uno de los más grandes desastres petroleros que ha habido en el mundo y es uno de los ejemplos en los que se materializan los impactos de cómo se gesta la territorialidad de la dominación (Ceceña, 2018) que crean estas empresas, en términos de los modos de vida y modos de uso de los territorios que imponen para definir el rumbo de la expansión capitalista.

De 1964 a 1990, la empresa petrolera Texaco trabajó en la zona nororiente de Ecuador, donde se ubican las provincias de Sucumbios y Orellana. Perforó 339 pozos en

430,000 hectáreas para poder extraer 1,500 millones de barriles de petróleo, aproximadamente (Ministerio de Relaciones Exteriores y Movilidad Humana, 2015). La degradación tan excesiva que se dio en todo el ecosistema fue debido a que la empresa incumplió el acuerdo de explotación que especificaba los métodos necesarios para disminuir

los impactos negativos de las operaciones extractivas, que de hecho Texaco patentaba y utilizaba en Estados Unidos. Por el contrario, construyó cerca de 1,000 piscinas donde se arrojaban todo tipo de residuos sin ningún recubrimiento, las aguas residuales se vertieron a las fuentes de agua natural, regó crudo en las carreteras para evitar la formación de polvo e incineró el excedente de residuos tóxicos (Fuentes y Miguel, 2016).

Las afectaciones a la tierra y el agua se registraron muy por encima de las concentraciones de toxicidad más altas registradas en el país. Lo cual se tradujo en serias afectaciones a las comunidades indígenas de la región, pues subsisten de la agricultura, la pesca y la recolección de alimentos, que se vieron imposibilitadas por la fuerte contaminación que se había propagado en sus territorios, forzando su desplazamiento para sobrevivir. Desafortunadamente comunidades originarias como los tetetes y sansahuaris fueron condenados a la extinción y pesará por siempre la responsabilidad sobre Texaco (Acosta, 2009). Se registraron fuertes afectaciones a la salud que terminaron en muertes por cáncer, abortos espontáneos y otras enfermedades hormonales especificas en las mujeres, sumado a las denuncias por violencia sexual de parte de los trabajadores a mujeres y niñas de las comunidades.

El Ecuador amazónico comprobó que la actividad petrolera constituye la mayor amenaza para la región pues es intensiva en degradación en todas sus fases, ya que el recuento de los daños se hace desde las actividades de exploración porque implican la realización de explosiones para abrir el suelo, la deforestación de zonas elegidas para la extracción, la instalación de grandes máquinas en el territorio, la llegada de trabajadores externos a las comunidades y la presencia de cuerpos militares para la securitización del proyecto petrolero. De hecho, las Fuerzas Armadas ecuatorianas han tenido una mayor presencia en distintas regiones de la Amazonia al servir como protectoras de los proyectos y actividades de las empresas petroleras, para detener y reprimir a quienes se oponen a las prácticas extractivas, porque la seguridad funciona en términos de las prioridades del sistema de producción.

Debido a la presión social y a la movilización de las comunidades, se obligó a Texaco a limpiar los residuos de petróleo en las regiones afectadas. Sin embargo, no hubo remediación, la limpieza fue totalmente superficial y las concentraciones de contaminantes se mantuvieron en los mismos niveles. Hasta la fecha, Chevron no ha tomado la responsabilidad de los daños, ni ha compensado a las comunidades por destruir sus hogares, su kawsak sacha (selva viva). El nulo interés por remediar los efectos tan intensos que impactaron social, económica y culturalmente a las comunidades indígenas siona, secoya, cofán, kichwa,

waorani, tetetes y sansahuaris, responde a que la región amazónica ha sido vista y tratada como la periferia de la periferia (Acosta. 2009), importa en cuanto a los recursos que existan para explotar, por eso es considerada un espacio social y físicamente vaciable (Svampa, 2019)

La historia de despojo y violencia se sigue contando en la Amazonía ecuatoriana porque en medio de la pandemia de COVID-19 se han presentado dos derrames de petróleo con afectaciones muy severas para las comunidades de las provincias de Napo, Sucumbios y Orellana al norte de la región. El problema es que el recuento de daños para las empresas petroleras por los derrames se mide en dólares y para las comunidades se traduce en vidas. Las afectaciones por el contacto directo al petróleo traen severas consecuencias en la piel a largo plazo y enfermedades estomacales de gravedad, sumado al deterioro de la tierra en la que ya no pueden sembrar ni cosechar sus alimentos en un contexto tan complejo como lo ha sido la pandemia.

El modelo de desarrollo extractivista que se impone en los territorios de las comunidades y pueblos de la Amazonía es incompatible con las formas de vida que ahí habitan y, al mismo tiempo, pone en riesgo al planeta entero. El contexto de colapso medioambiental necesita con urgencia escuchar los saberes que de la selva, la tierra y del agua se crean. La posibilidad de la vida está fuera del sistema capitalista, pues ya hemos visto que dentro de él sólo cabe desigualdad, violencia y muerte.


Bibliografía

Acosta, A. (2009). La maldición de la abundancia. Ediciones Abya Ayala.

CAF Banco de Desarrollo de América Latina (2019). La riqueza natural de la Amazonía como   base     del       desarrollo       sostenible                         regional, https://www.caf.com/es/conocimiento/visiones/2019/09/la-riqueza-natural-de-la-amazonia-co mo-base-del-desarrollo-sostenible-regional/

Ceceña Ana E. (2018). Hegemonía, poder y territorialidad. En D. Herrera Santana (Ed.), Espacios de la dominación. Debates sobre la espacialización de las relaciones de poder. (19-38). Ediciones monosílabo. Facultad de Filosofía y Letras.

Fuentes, N. y Miguel, C. (01 de junio de 2016) La huella tóxica de Texaco en Ecuador.

Ecologistas en acción. https://www.ecologistasenaccion.org/32593/

Ministerio de Relaciones Exteriores y Movilidad Humana. (2015), El caso de Chevron/Texaco en Ecuador. Una lucha por la justicia ambiental y social.

https://www.cancilleria.gob.ec/wp-content/uploads/2015/06/Expediente-Caso-Chevron-abril- 2015.pdf

Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (10 de septiembre 2019). Sí es posible          preservar        la         Amazonía. https://www.unep.org/es/noticias-y-reportajes/editorial/si-es-posible-preservar-la-amazonia

Svampa, M. (2019). Las fronteras del neoextractivismo en América Latina. CALAS

Leave a Reply

Your email address will not be published.